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“Bajé de la pesera en el cruce de Periférico y Primero de Mayo, del lado de la avenida Toluca. Mientras esperaba el semáforo para cruzar la calle, un hombre se me acercó y con un arma me obligó a caminar hacia la banqueta de atrás y me metió entre los locales oscuros”, dijo.
“El sujeto, cuyo olor era asqueroso, me inmovilizó con su arma. Me quedé paralizada mientras me golpeaba después de ver que traía oculto en el pantalón el celular ‘bueno’, pues ya le había dado el teléfono para asaltos, mi cartera y mis credenciales”.
La mujer de 22 años, fue sometida con un arma de fuego y paralizada por el miedo a morir, soportó la sensación del pene de su abusador entre las piernas y después en su boca, sin gritar.
“Aún no me explicó por qué la gente no me ayudó, evitó la violación o por lo menos por qué no llamaron a la policía”, suelta la joven.
Después del ataque, la mujer fue finalmete auxiliada por un hombre y su hija, quienes la acompañaron a su trabajo, donde después la recogió su mamá para acudir al Ministerio Público del Centro de Justicia de Naucalpan.
En el lugar esperó 10 horas para que la atendieran y abrieran la investigación; incluso fue violentada por el personal cuando le reclamaron por comer algo y “afectar la evidencia”.
“Mi hija se estaba desmayando, cómo es posible que en tantas horas el personal no podía tomar un exudado faríngeo o me dijeran a qué hospital podía llevarla para que lo hiciera”, contó.
Entre los cientos de empleados, estudiantes y residentes que transitan por la zona, muchas son mujeres, y falta vigilancia, sistemas de seguridad o empatía.
“Parece que a nadie le importa nuestra seguridad”, lamentó Amelia.

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Con información de EFE y AP
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