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Empezó a vender mariguana en su domicilio, sin que sus padres se dieran cuenta, aunque notaban que por la madrugada llegaban muchos amigos en sus autos a saludarlo y él siempre les extendía la mano derecha para supuestamente saludarlos.
El patrón del territorio le mandó avisar que no vendiera mariguana, sin su permiso y con yerba de otro competidor. Hizo caso y se alistó en la mafia culichi como puntero o halcón.
Le tocó el sector Centro y con un pequeño radio avisaba del paso de los elementos de la Marina y Ejército Mexicano. Los municipales y estatales ni los tomaba en cuenta.
Siempre fue muy eficiente en su ilegal labor y nunca se supo el motivo de cambiar de patrón.
Se insiste en que haber cambiado de grupo criminal lo orilló a la muerte.
No tenía ni dos semanas con el nuevo jefe cuando un comando de personas armadas lo levantaron de su esquina donde hacía funciones de espía.
No opuso resistencia. Sus padres tenían la confianza, por no decir la certeza, de que regresaría sano y salvo a su hogar. Que era solo una equivocación.
No lo buscaron ni pusieron denuncia de su desaparición. Y los días transcurrieron.
Al no soportar su angustia acudieron al SEMEFO y tras pruebas de ADN coincidió con un cadáver que estaba en el lugar.
Su angustia, había terminado y seguía el dolor del funeral y el entierro.
Terminaba una vida entregada al crimen organizado y todo por… nada.
No hubo camionetas de lujo, ni mujeres bellas ni cocaína ni nada que le habían prometido. Solo una humilde tumba y el dolor de unos padres.
Con información de EFE y AP
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