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De niño quería ser maestro, pero la pobreza y la oportunidad de ser alguien –como la mayoría de los que se enlistan– hizo que se sumara al Ejército apenas a los 17 años.
Él y su familia vivían del campo, quitando hierba y arando el surco, pero el dinero no alcanza. Oportunamente, un domingo cualquiera, un reclutador visitó su pueblo: "Aquí puedes comer, dormir. Ganar un sueldo. Ser alguien", fueron las palabras que lo convencieron de enlistarse.
Cursó el Colegio Militar, luego formó parte de un grupo de elite de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena): el Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE).
El arduo entrenamiento militar para formar parte de este grupo especial tiene un pasaje final que bien puede ser traumático.
Ulises, junto con 30 de sus compañeros, más un par de instructores, salieron a una zona alejada de la civilización, sin ninguna herramienta de sobrevivencia y acompañado de una perra, así como dos pollos, pasaron días en la intemperie.
Tras ocho días sin comer, la orden de los instructores fue clara: con sus propias manos maten a la perra, la cual estaba recién parida, así como a los dos pollos. A la triada de animales, además de darles muerte, tenían que desmembrar.
"Me acuerdo cómo descuartizamos el pollo con los dientes en el pescuezo, tenías que jalarlo y ya después soplar, hasta que se infle todo y así poder quitarle el cuero".
A los pollos, relata Ulises, los mataron con las manos, no se ayudaron de nada ni para desmembrarlos.
"A la perra la matamos con una vara, haz de cuenta que una vara es un cuchillo, se tenía que atravesar por el pecho [...] entre cuatro la agarramos y uno se le inserta a la vara, una varita que tenga filo, puntiagudo para que entrara"., .
Por su fuera poco tenían que cocinar a los animales, los pollos para los instructores, la perra para los demás, Ulises y sus 33 compañeros.
Fueron quitando pieza por piza con las uñas, con las manos, eso sí, sin dejar caer una gota de sangre, según ordenes de los instructores, tenían que chuparla para no derramarla.
"Lo descuartizamos y lo asamos, sí olía bonito, pero a la hora de comer era amarga la carne, pero como teníamos hambre, ocho días sin comer y nos daban dos minutos para terminar la pieza, uno lo tenía que tragar"., .
Ulises explica que esta parte del curso le hizo dominar la mente, no pensar en lo que estás haciendo, simplemente hacerlo, sin imaginar, sin hacerlo y ya.
Cuando terminaron el "curso de cazador", el titular de la Sedena los felicitó, hicieron toda una ceremonia y les entregaron un nuevo uniforma con boina negra, se sintieron orgullosos, según relató Ulises.
Luego, Ulises cambió de papeles, se convirtió en el instructor, en uno muy duro. Asegura que de un grupo de 100 jóvenes recién egresados del Colegio Militar, sólo la mitad acabó el curso que él comandó.
"Y ora sí ya me tocó disfrutar lo que es ser instructor, me tocó comerme el pollo. Nomás veía yo cómo sufrían ellos porque ellos apenas lo estaban viviendo, pero lo que aprende uno se le queda mentalmente, psicológicamente, uno ya está preparando"., .
Dentro del GAFE, Ulises se convirtió en francotirador. Participó en combates en Chiapas durante el conflicto con los zapatistas, sufrió emboscadas en Michoacán, mientras que en Guerrero y Oaxaca destruyó plantíos.
Varios de los miembros del GAFE desertaron del Ejército para luego formar parte de "Los Zetas", que pasaría de ser un brazo armado del cártel del Golfo a una organización independiente.
El testimonio de Ulises fue parte de la investigación "La Tropa: ¿Por qué mata un soldado?", realizada por Daniela Rea, Pablo Ferri y Mónica González Islas, donde, como dice el título, buscan explicar por qué mata un militar a través de entrevistas a uniformados retirados, varios de ellos acusados de ejecuciones extrajudiciales.
Con información de EFE y AP
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