Algunas de las más de 40 mujeres están embarazadas, mientras que otras llevan a sus niños pequeños a las barricadas. La zona rural está atravesada por caminos de tierra, a través de los cuales temen que los hombres armados del CJNG puedan ingresar en momentos en los que la tasa de homicidios de Michoacán ha aumentado a niveles que no se habían visto desde 2013.
Muchas de las mujeres vigilantes en la localidad de El Terrero han perdido hijos, hermanos o padres en la lucha. Eufresina Blanco Nava dijo que su hijo Freddy Barrios, un recolector de 29 años, fue secuestrado supuestamente por los hombres del CJNG en unas camionetas pickup. Desde entonces, no ha tenido noticias de él.
“Han desaparecido muchos. Muchas muchachas también jovencitas”, dijo Blanco Nava.
Una mujer, que pidió que no se mencionara su nombre debido a que tiene familiares en zonas que están controladas por el CJNG, comentó que la organización criminal secuestró y desapareció a su hija de 14 años. Añadió que “vamos a defender a los que nos quedan, a nuestros hijos que nos quedan, los vamos a defender con nuestras vidas”.
“Porque ya estamos cansadas de que nos desaparecen así a nuestros hijos, a nuestras familias”, señaló la mujer. “Se llevan a nuestros hijos, a nuestras hijas, a nuestros parientes, sean esposos”.
Esa es una de las razones por las que las mujeres decidieron tomar las armas: Cada vez hay menos hombres en la tierra caliente de Michoacán.
“Sea nomás un hombre que pueda usar un arma, se la lleva”, dijo la vigilante. “Lo desaparece. No sabemos si los traen o ya los mataron”, añadió.
Además de las barricadas y los controles en las carreteras, las vigilantes tienen un tanque casero y una camioneta pickup con una armadura de chapa de acero. En otras localidades aledañas, los residentes han cavado trincheras en las carreras que conducen al vecino estado de Jalisco para mantener fuera a los criminales.
Alberto García, quien también es vigilante, ha visto el lado medieval de la guerra: Él es oriundo de Naranjo de Chila, un poblado justo al otro lado del río de El Terrero y el lugar de origen del líder del CJNG, Nemesio Oseguera. García dijo que fue expulsado del poblado por los hombres de la organización debido a que rechazó unirse al grupo.
“A un hermano mío lo mataron también”, dijo García. “Lo descuartizaron y a una cuñada embarazada de ocho meses también”, agregó.
Desde hace tiempo, El Terrero ha estado dominado por los grupos delictivos La Nueva Familia Michoacana y los Viagras, mientras que el CJNG controla la orilla sur del río Grande. En 2019, los Viagras secuestraron y quemaron media decena de camionetas y autobuses para bloquear el puente que pasa sobre el río para evitar que unas caravanas del CJNG ingresaran en un ataque sorpresa.
Y ese mismo año, en la localidad de a lado San José de Chila, los grupos rivales utilizaron una iglesia como un reducto armado para luchar contra una ofensiva del CJNG. Atrincherados en la torre de la iglesia y a lo largo del techo, trataron de defender el pueblo contra la incursión, dejando la iglesia llena de agujeros de bala.
Es esa profunda división en la que la gente se ve obligada a elegir un bando —ya sea el del cártel de Jalisco o La Nueva Familia Michoacana y los Viagras— la que ha convencido a las vigilantes de El Terrero, que simplemente son soldados de a pie, a unirse a uno de esos últimos grupos.
Las vigilantes rechazan las afirmaciones de que sean parte de una organización delictiva, aunque claramente consideran que el CJNG es su rival. Señalaron que estarían más que felices si la policía y el ejército viniera e hiciera su trabajo.
El Terrero no está lejos de la localidad de La Ruana, donde se formó el movimiento de autodefensas real en 2013 por el productor de limones Hipólito Mora. Luego de perseguir con éxito al cártel de los Caballeros Templarios, Mora, al igual que la mayoría de los primeros líderes, se ha distanciado de los grupos que se denominan autodefensas y que siguen activos, y ahora es candidato a gobernador.
Con información de EFE y AP
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